El ser humano no es una persona aislada de los demás. Por el contrario, está rodeado de infinidad de personas que le ayudan a desarrollarse dentro de su entorno. Por más que haya quien defienda la idea de que “solo está mejor”, la realidad es otra. Sin muchas ideas que aportar, opiniones que expresar, maneras diferentes de pensar y modos distintos de hacer las cosas el mundo no sería lo que es: un espacio lleno de gente con capacidades específicas que lo va convirtiendo en un lugar de mejores posibilidades humanas. Es un hecho: siempre se necesita de las demás personas, para el ámbito que sea. El área laboral no es la excepción. Es acá donde el trabajo en equipo se convierte en algo inalienable.
Si bien es cierto que en los lugares de trabajo existen cargos en los que se requiere, principalmente, el desempeño de una sola persona; es decir: un jefe, una secretaria, un vendedor, un contador, una diseñadora, un programador, un médico (y la lista no tiene fin); también es cierto que cada uno de ellos necesita del trabajo de los demás, de sus capacidades, opiniones, sugerencias, ideas, experiencias y, en fin, todo lo relacionado a la diversidad de pensamiento que sirve para el funcionamiento óptimo dentro de una institución. En ocasiones, el hecho de estar ubicados en áreas diferentes y realizando actividades desiguales va creando en las personas el sentido de individualismo y fomenta los pensamientos de que “yo sólo me basto para hacer mi trabajo”. Sin embargo eso no es, ni será nunca, realidad. Pues es de recordar que una institución se organiza por diversas partes y que, en su estructura dinámica, cada una de ellas es fundamental para conseguir excelentes resultados en las utilidades y en la realización y bienestar de sus empleados. Si no se desempeña un trabajo “individualmente grupal”, la organización de elementos es disfuncional. Por muy exagerado que parezca, un asunto de este grado puede poner en riesgo la estabilidad de una empresa determinada, ya que asuntos como las malas relaciones, falta de procesos comunicacionales efectivos, la tendencia al individualismo, entre otras, van deteriorando la funcionalidad interna, que luego sobrepasará la externa.
Entonces bien, cada trabajo (por muy individual que haya sido su obtención y el sueldo que genera cada cierto periodo) siempre exigirá mantener estrecha relación con aquellos que nos facilitan elementos esenciales para llevarlo a cabo, o de los cuales necesitamos una intervención precisa para realizar la labor asignada. Ningún empleo se libra del trabajo en equipo. Y menos en países latinoamericano como Nicaragua donde se fomenta en las personas la prácticas de valores relacionados con la vida en comunidad. Desde la educación se enseñan actitudes que permitan las buenas interacciones sociales, ya que la persona nunca puede estar al margen de su realidad y de quienes actúan en ella.
Existen determinados cargos dentro del área laboral nicaragüense que exigen aún más el compromiso de conjunto que otros. Dentro de este grupo se puede posicionar las actividades desempeñadas en los ámbitos de: el periodismo, las administraciones, la seguridad, la publicidad, la labor bancaria y financiera, la fabricación y producción en empresas de consumo masivo, textiles; los restaurantes de comida rápida y en general (cuya existencia es abundante en el país), las tiendas, entre otros más.
Es dentro de este tipo de labores donde se requiere una organización determinada, una distribución de roles enfocados a un proceso de beneficio común y un fuerte compromiso por hacer bien las cosas para que, al final, se obtenga el resultado de un producto generado por el trabajo de todos. Cabe resaltar que es de suma importancia mantener un clima democrático, con práctica de valores (lo ya aprendidos por convención social) y buenas relaciones personales para lograr tener un ambiente saludable de trabajo. De tal manera, ganan todos: el equipo de empleado, la empresa y los clientes.
Autor: Tecoloco Nicaragua
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